martes, 12 de julio de 2011

Elsewhere



Llegué por casualidad a los alrededores del puente de la Unidad, que une a Campeche con la isla del Carmen. La estructura de ese puente comenzó a operar en 1982 a partir de una tragedia ocurrida la noche del 22 de agosto de 1980: el hundimiento de la panga “Campeche”, que hacía los peligrosos cruces entre Isla Aguada y Puerto Real, en el mar de la Laguna de Términos. Yo tenía 10 años de edad y recuerdo las noticias en la radio, los periódicos, el noticiero de Zabludovsky que hablaba como autómata en un televisor en blanco y negro. Esa madrugada murieron 150 personas. Varios días después del naufragio, buzos de la Armada de México y de Petróleos Mexicanos hallaron los restos de la panga hundida. Al examinar el puente de mandos encontraron al capitán de la panga, Julio César Quej Parra, firmemente abrazado al timón.
Campeche me da la sensación de andar en un territorio conformado por ruinas, por vestigios que se quedaron en proceso de crecer. Y no lo digo por las zonas arqueológicas, que hay miles, a cada paso, ese es otro cantar. Lo digo por lo que ha quedado de la industria más reciente: el chicle, el henequén, el palo de tinte, la industria camaronera que anda a pique... Hay una pendiente que aún no logra estabilizarse; esta parte de la península de Yucatán es un sitio que parece estar lejos de todo.
Muy cerca del puente, en las costas de Sabancuy, Smithson había realizado su noveno desplazamiento de espejos. No era mi intención encontrar los sitios donde él se había detenido, pero me gustaba seguirle la pista, casi como desandando sus pasos. Después de un tiempo, estos lugares me parecen otros sitios, muy distintos de los que conocí siempre. ¿Es posible que tu lugar de origen y tu lugar presente lleguen a intercambiarse? Tal vez el descubrimiento en el sitio donde creciste sea lo más sorprendente del caso… Cualquiera que sea esa distancia que nos aleja, creo que de una u otra forma, está siempre en el interior.

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