lunes, 20 de junio de 2011

Parapente



Alguien acecha siempre desde el árbol del patio o entre los techos de las casas, que son escondites familiares y efectivos. Hay que tener a la mano una plataforma de escape, un pasadizo cercano o cualquier cosa de la cual colgarse o tirarse bocabajo si fuera necesario. Lo imprevisto brinca como una liebre.
En ocasiones, Lams y yo nos escondíamos detrás del zapote, en el techo bajo del cobertizo; no había pierde, éramos adolescentes y teníamos ganas de chingar gente. El gran árbol del patio era el lugar perfecto, llevábamos en las manos proyectiles suficientes: un cúmulo de zapotes grandes y duros como piedras. Aguardábamos entre las ramas, éramos pacientes. En esos días no había tiempo ni desesperación…
Vimos pasar un camión lleno de soldados o polis armados hasta los dientes, no lo pensamos dos veces. Los dos tiramos los zapotes haciendo el mismo movimiento, al unísono. Lanzamos los proyectiles con toda nuestra fuerza, los vimos volar bajo y horizontales, dirigiéndose directamente a la cabeza de uno de los agentes. El tipo llevaba una metralleta y una casaca de balas que le cruzaba la espalda. Los zapotes zumbaron en el aire y se despedazaron sobre su casco, el tipo se tambaleó gritando sobre el camión. Los demás soldados giraron nerviosos para descubrir a los agresores, alzaron sus armas, encañonando como cerdos, ¡tenían caras de cerdos vengadores! Lams y yo logramos tirarnos de cabeza desde el techo en el que estábamos, nos agarramos como pudimos de los viejos muros de la casa, cayendo hasta el patio en unos cuantos segundos. Nos hicimos algún daño, pero no hubo mayor problema, éramos jóvenes y ágiles. Aún llevábamos un zapote en cada mano...
Salvamos la vida y los cerdos del camión siguieron su camino sin saber de dónde habían salido los zapotazos. El árbol del patio era una guarida segura. Pasamos así todo el verano, escondidos y aburridos, riendo hasta la muerte en el calor de la península. ¡Teníamos nuestro cuartel parapente escondite!


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