domingo, 17 de marzo de 2013

Misha







Pérate, shhh... ¿Oíste? ¿Escuchas al misho?


¿Qué? ¿Cuál misho? Estás loco, Lams.


Lo oigo.


Sabes, te decía que he estado pensando en el camino. Son casi veinte minutos para llegar hasta aquí. Se me hace que don Rubén tendrá que rentar una camioneta para traer la planta. Pero...


No chingues. Un misho... 


¿Dónde?


No lo sé, escucha. Parece que hay uno por aquí cerca. Tal vez más allá, entre aquellos arbustos. Lo sigo pero es como si el viento se llevara el sonido.


Pérame, voy a abrir la cadena de una vez. Está duro quedarse estacionado aquí en la mera orilla. Esta carretera parece tranquila, pero estamos casi en la curva. ¿Cómo escuchas esas cosas Lams? Al misho, estás cabrón. No escucho nada.


¡Ahí está! ¿No lo oyes? Anda por aquí cerca. Se oye muy débil, se me hace que es una cría.


No escucho nada, pérame. Este candado... Habrá que cambiar la cadena ya, caray. Es que con este clima, es el infierno... ¿Tú crees que llueva?


Mira, ven chamaco, es por este lado. Te lo juro, se me hace que anda escondido en estos matorrales. Uf, la hierba aquí de veras que está seca, hay mucho pica pica. Ven, ayúdame.


Cabrón, ¿qué haces? Voy a meter el auto. La vereda está muy enlodada, deben haber regado por la mañana. Seguramente se derramó alguna tubería. Qué calor.


No está aquí el misho, debe estar del otro lado, por aquellas ramas. 


Ya voy, no te desesperes. Si anda por ahí, seguro que no se moverá.


No lo encuentro, ya no puedo oírlo.


A ver, a ver. ¿Dónde dices que anda? Mira, si me pega el pica pica...


Busca por allá, del otro lado de ese tronco. Parece como si hubieran quemado algo aquí. La hierba está muy seca.


Bueno, tendré que sudar bajo este sol. No veo nada...


No ves nada... ¡Fíjate! ¡Ahí está! ¿Lo oíste? Se oye muy quedito.


¡Ya! ¡Ahora puedo escucharlo! Está aquí mero. Este hierbajo está que hierve. Ahorita lo encuentro, vas a ver.


¿Puedes verlo?


Lams, creo que...


Dime, ¿lo ves?


No hay nada, creo que... Me estoy asando, pérame. ¡Lo escuché! Aquí. ¡Uf! Montones de raíces secas, parece que hay un verdadero hormiguero en este lugar.


¿Lo encontraste?


¡Aquí está! ¡Hu! ¡Sí! ¡Aquí lo tengo! Es un pequeñito, un minino. No puede ser...


Qué pasa.


¡Está lleno de hormigas!


¿Qué cosa?


El misho, está cubierto de hormigas.


A ver. ¿Dónde está? ¿Lo tienes? ¡Uh! Éste es un recién nacido, es un misho misho misho...


¿Estará bien? Yo lo veo completamente lleno de sangre. ¿Qué es eso? Pareciera que se está pudriendo este animal. Tiene costras de sangre o algo parecido, ¿está herido?


Lo que creo es que no ha comido en mucho tiempo, está en los huesos. Pero mira, tiene tres colores. No es gato, es una hembra.


¿Una misha?


Sí, una hembrita, tiene los ojos entrecerrados. Está cubierta de quién sabe qué... Parece algo orgánico, las hormigas se la andaban saboreando. Podría ser sangre, pero no sé. Por lo que veo no tiene heridas. Sólo está muy débil, necesita alimento y agua.


¿Crees que sobreviva?


No lo sé, a ver. Quiero cargarla. ¡Hu! No pesa nada, sólo se sienten sus huesos, está temblando. Ésta ya anda en las últimas.


Este lugar está muy seco. ¿Cómo vino a parar aquí? No hay nada en los alrededores. Apenas y ahí a lo lejos se ve una casa. Quién sabe cuántos días llevará aquí tirada. Menos mal que no se cruzó la carretera y la aplastó un camión, así acaban muchos de estos animales.


Aquí la deben haber venido a tirar.


¡Es una misha! 


Seguro que la han de haber tirado, de un coche, quién sabe cómo. Pero entonces, ¿qué vamos a hacer?


¿Cómo que qué vamos a hacer? Pues no podemos dejarla aquí Lams. Nos la llevaremos en la camioneta y de paso compraré algo de alimento. 

En el Oxxo de Universidad, ahí deben vender comida para gatos ¿no?


Yo creo que sí. 


Tal vez unos de esos sobrecitos pequeños. Son muy baratos. pero... Oye, mira, yo no puedo quedármela, sabes. Mi madre, su enfermedad... Le daría una buena sorpresa y terminarían diciéndome que no puedo tenerla. ¿Qué vamos a hacer?


No te preocupes, en ningún momento pensé en que tú la llevarías. Yo me encargaré, la llevaré a casa. El hache se sorprenderá, y ahora que no están en la ciudad. ¡Fíu! Pero cuando regresen la van a conocer, a esta mishita. ¡Uf! Está muy pequeña, mira, parece que tiene algo en los ojos, una infección o algo parecido. Los tiene azules, brillantes... Está muy sucia, necesita un baño, comer algo. Pero por lo que veo aún tiene fuerzas la canija.


¿El hache tiene gatos? 


Tienen una gata.


Bueno, pues a ver cómo la acepta. 


¿Por qué? ¿Crees que la lastime? Esta misha aún es muy pequeña.


Bueno, pero ese no es el mayor problema, el asunto es que los gatos son muy celosos. Y a veces hay que controlarlos, tendrá que adaptarse. 


Ya encontraré algún sitio, sí, la llevaré a México. Eso es. La subiré a un avión y la llevaré a vivir a la Narvarte, a la ciudad de México.


¿Sí? Pero primero tienes que rescatarla. 


Parece fuerte esta misha.


¿Éste es el lugar del pozo? Parece que la excavación va avanzando. ¿Cómo le han hecho? Aquí no parece haber luz ni agua.


Sí, es lo que te venía diciendo cuando llegábamos, don Rubén tendrá que alquilar un transporte para traer la planta de luz. Los taladros no aguantarán más, hay que conseguirla. Don Rubén la traerá el lunes temprano, eso dijo. La verdad es que ésto del pozo, todo ha sido muy inesperado. Y ahora esta mishita que aparece. 


¿Qué pasa con ella?


Pues es una señal.


Una señal...


Sí Lams, esta misha salió del fondo del pozo, estoy seguro, nos llamó. Tú la escuchaste. Podría jurar que ayer no estaba aquí, la hubiera escuchado, o alguno de los trabajadores me hubiera dicho algo. Aunque con el ruido de las excavadoras y los taladros...


¿A qué te refieres?


Mira sus ojos, tiene hambre.


Dime qué traes en mente.


Nada Lams. Toda esta situación me tiene raro, eso es todo, andan saltando cosas en mi cabeza. 


¿Por qué lo dices?


No tengo idea de lo que está pasando, lo que estoy haciendo aquí. 


¿Y qué es lo que haces entonces?


Pues me despierto cada día, después de intentar dormir. Llego hasta aquí y observo, veo cómo trabajan, cómo comienzan a excavar. Dibujo cosas, escribo, le ayudo a don Rubén en lo que se pueda. Ayer por ejemplo, descargaron toda esa grava y la arena. ¿La ves? 


Se ve muy bien todo. Pero, no entiendo. Desde el principio sabías que habría que resolver cosas con los trabajadores, los materiales, el tiempo cayéndote encima...


Lo que pasa, me interesa. No tiene que ver con el trabajo. Bueno, “no tiene que ver” es sólo un decir, la verdad es que sí tiene que ver. Es un asunto de sensación. Llegar a este lugar, es extraño. Todo parece como si el aquí estuviera en alguna otra parte. La cabeza me anda rodando por otra parte. 


Bueno, tú lo has querido así. Fue tu idea, comenzar con esta excavación. Yo no te pregunto mucho, tú sabes lo que haces. Eso pienso. Pero recuerda que tienes un proyecto, el tiempo pasa y las lluvias se acercan. Y ésto de excavar un pozo no es nada fácil.


Lo sé.


¿Y entonces?


Mira, te voy a decir, yo confío en don Rubén. Sé que terminarán la obra a tiempo. Eso no es problema. No estoy hablando de la obra. En verdad quisiera llegar aquí y... No sé, las cosas me resultan extrañas, como si yo no perteneciera a este lugar. Es una sensación distinta, no es como otras veces, ya sabes, la idea del regreso. Ahora no lo siento así, no veo regresos.  


Lo que necesitas es dormir, cabrón.


Hablo simplemente del pozo. Esta excavación es algo que sucede en el cuerpo también. Tal vez sea la idea de la torre, de convertir el pozo en otra cosa, de llegar al agua. De encontrar algo que comience a cambiar, que crezca hacia adentro. No sé. Por eso te digo lo del cuerpo.


Bueno, la idea me gusta. Las cosas pasan y...


¡Sí, eso es lo que quiero decir! Que las cosas pasan. Y en medio de todo, llega esta mishita, que aparece así nomás, sin explicaciones. Realmente siento que algo está pasando. 


Oye chamaco, ¿no es ese don Rubén el pocero? Ahí vienen llegando, mira. Traen la planta en un remolque con la moto. 


Se nota que es brava ésta. Mira... Sí, es él. ¡Don Rubén! ¿Cómo anda don Rubén?


Las nubes comenzaban a arremolinarse sobre los cerros. Una estela de polvo blanco flotaba por la carretera, iba disipándose lentamente. El cielo era de un azul profundo, de ese azul que sólo podía verse a comienzos del verano, antes de las lluvias. Un viejo bajó de la camioneta y caminó desde el sendero; sus pisadas sonaban contra el polvo y la tierra, se movía en cámara lenta acercándose. Se inclinó para recoger una piedra, se caló el sombrero y la aventó hacia los matorrales. 


¡Qué pasó! ¡Muy buenas tardes!


Qué bueno verle. Justo hablábamos de usted.


¡Ah! Pues con razón me retumbaban las pinches orejas caray.


¿Cómo anda?


Pues aquí nomás, trajimos la planta, ¿cómo ve? Ahora sí, no nos parará ni el diluvio universal.


Ya que se acerca el fin del mundo...


Fíjese que nos entregaron la planta hoy temprano y pues la trajimos enseguida, ¿para qué esperar, verdad?


Qué bueno don Rubén.


Mire nomás, ¿y esta misha? Anda llena de quién sabe qué ¿verdad? Está toda embarrada, pero tiene lindos ojos.


La encontramos aquí cerca. Allá, debajo de esas raíces junto a la carretera.


Se ve linda y cochina la condenada ésta. Pues, ora sí que tuvo suerte la misha. ¿Y se la va a quedar?


Sí.


Así que lo vino a visitar, hasta el mero pozo, para quedarse. ¡Eya, ese güero! ¡Que vamos a bajar la planta de una vez muchacho, no te me engarrotes por ahí!


Oiga, don Rubén...


Dígame usted.


¿Qué quiere decir? ¿Por qué dice que la misha vino hasta el mero pozo a visitarme? 


¿Pues qué no ve? Mírele la carita de piedra que tiene. Fue una suerte que la encontrara.


Eso es lo que yo le decía a Lams, es una señal y una coincidencia que...


¡Qué coincidencias ni qué la madre! Eso no significa nada.


Unos pajarracos bien escandalosos pasaron justo sobre nosotros. Las sombras de los pájaros dibujaron una línea que se alejaba hasta los cerros del norte. Misha los miró y el cuello parecía que se le doblaba. El güero se acercó en ese momento. Yo veía los ojos de don Rubén, habían cambiado de color.


¡Don Rubén! Aquí estoy. Buenas tardes...


Buenas tardes güero.


Ya voy bajando la planta don Rubén. La pondré ahí, en ese cobertizo.


Está bueno muchacho, ándale. Que no demoraremos mucho aquí.


Bueno, pues le voy a apurar.


Oiga, espérese, ¿qué me estaba diciendo don Rubén?


Pues no sé, ya ni me acuerdo. ¡Pinche güero, jálate al gordo, que eso pesa como un demonio!


Lo de las coincidencias. 


¡Ah! Pues le decía yo que no son ni madres. Eso de las coincidencias yo me lo como frito. Mire, ésta lo vino a buscar, se le nota en la miradita. No hay ninguna coincidencia ni ninguna señal, nada de eso. Usted está aquí, está trabajando su pozo, y aquí tiene usted a esta misha que vino a encontrarlo a usted. No hay pierde, verdad... ¿Qué le busca? ¡Hey, güero, jálala hasta allá, junto a ese árbol de mango! ¡La sombra le vendrá bien! 


El viejo don Rubén gritaba y su voz resonaba hasta el fondo de los terrenos. Los árboles de mango brillaban con sus copas negras bajo la luz de la tarde. Uno podía ver hasta más allá de los montes, mucho más allá.


Sí, dígame don Rubén. 


Pues ya le dije. Éste es más chueco que nada carajo, pero es buen muchacho el güero. Chambeador...






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