lunes, 21 de noviembre de 2011

Sueño


Lams y yo nadábamos en el cenote Miguel Colorado, un lugar casi escondido en el camino hacia Escárcega. El círculo de agua emergía de la selva, en el fondo de los acantilados verdes y rocosos. Yo sentía emerger también algo enorme de la profundidad del cenote, el sentimiento de terror era fantástico. Una hamaca colgaba desde los cerros y se balanceaba sobre la superficie del agua. Lams perseguía a una chica por los senderos del cenote, entre los árboles. Finalmente la alcanzaba, la lanzaba al agua y se carcajeaba; unos monos araña que saltaban de una rama a otra también reían. Yo escuchaba todo aquello mientras me mecía en la hamaca; tendido en la mitad del enorme ojo de agua, podía ver las minúsculas figuras de mi hermano y su chica caminando en la orilla, junto a un viejo muelle, recogiendo cientos de conchas y almejas...

Tiempo después, regresábamos por una carretera blanca. A lo lejos podía ver la tormenta acercándose. Yo traía aún las marcas de los hilos de hamaca en la espalda. Pasamos por una granja rodeada por una interminable cerca de madera. Los dibujos en la cerca eran iguales a las marcas en mi espalda. En cualquier momento comenzaría a caer la lluvia.



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